Seguiré
estando de este lado. Cruzaré muchísimas puertas, y seguiré sentado en esta
silla. Olvidaré rostros mientras los miro.
Caminamos
durante horas. De pronto, Félix puso las manos hacia adelante, y simuló empujar
el aire.
—¿Lo
ves? —dijo—, de todo me separa un muro invisible, que apenas lo atravieso, se corre
más allá, y de todo me separa un muro invisible. Aquel viaje, quise
mojar los pies en la orilla del lago, me acerqué, pero entonces el borde del
agua se alejó, me acerqué una y otra vez, mientras todo se retiraba en igual medida,
seguí avanzando, hasta que finalmente estuve en la orilla opuesta, con el lago a
mis espaldas, sin una gota encima cayendo, y con una sed insoportable. Entonces dijiste «estás blanco».
Veo
puntitos en el aire, y estoy un poco decepcionado, trago comida que baja y
baja, y pareciera salir por mis pies. Aun así, no tengo esa clase de hambre. A
veces me despierto recordando un sueño, y me tapo la boca, una mano encima de
la otra... creo que pisé una de las piezas que ando buscando…ya sabés, el
rompecabezas, la revelación. Tengo el piso de alfombra cubierto con otra
alfombra, no apoyo el otro pie por si acaso, y quedo inmóvil y atento. Espío
alrededor. Cuando me siento seguro, bajo en un solo movimiento, me siento, y
levanto el pie despacio. Confundido, veo que es una pieza repetida, en el mejor
de los casos. En el peor, es una pieza que se me pegó demasiado al pie, le paso
la uña pero no me la puedo sacar. Y lo peor no es esto…, sino que el lado de la
pieza que sí puedo ver, es el blanco. Ya casi no me desilusiono cuando la pieza
pertenece a los otros.